Hoy día sabemos que existen tres familias de endorfinas, también llamadas péptidos opioides, cuya producción es regulada por la glándula hipófisis: encefalinas, dinorfinas y ß-endorfina, siendo este último grupo el de más importancia clínica debido a su gran potencial analgésico (de manera natural su producción es más intensa cuando sufrimos dolor). Sus efectos más directos son:
- Promover la calma
- Crear un estado de bienestar
- Mejorar el humor
- Reducir el dolor
- Retrasar el proceso de envejecimiento
- Potenciar las funciones del sistema inmunitario
- Reducir la presión sanguínea
- Contrarrestar los niveles elevados de adrenalina asociados a la ansiedad
- Ayudar a reducir los síntomas, ya que la Mente del Cuerpo nota que la persona esta haciendo caso a la necesidad de más (no menos) satisfacción emocional.
- Demostrar a la Mente que la reducción de los síntomas es posible- y la recuperación también.
Son las actividades que nos relajan y nos hacen desconectar las que aumentan los niveles de endorfinas (comer chocolate, meditació, yoga, bailar, cantar, correr, etc)
Una de las razones por las que el hecho de "jugar" es tan importante es porque sólo el hecho de dedicar un rato a pasarlo bien ya está aumentando los niveles de endorfinas. Sonreír y reír ya es saludable de por sí. De igual manera, la sensación de estrés viene causada en haber niveles bajos de la hormona.
Caricias, besos, abrazos y coito (penetración sexual) también estimulan la descarga de tan felices sustancias, así como de las populares feromonas (hormonas que aumentan el atractivo sexual de una persona y cautivan a su pareja), sobre todo cuando existe carga amorosa y emocional fuerte; tan explosiva combinación genera una sensación muy intensa de placer durante y después de tener relaciones sexuales, a la vez que contribuye a eliminar muchos dolores, insomnio, estrés y depresión.
Además esta sustancia se relaciona con el efecto placebo, pudiendo ser la responsable de la sensación de bienestar que experimentan algunas personas cuando consumen píldoras recetadas por su médico que en realidad no tienen ningún principio activo, o recurren a medicinas alternativas sin ningún efecto real ni demostrable.
Dentro del cerebro, las endorfinas buscan unirse a los receptores que están en las neuronas para transmitir sus mensajes químicos. Como resultado de la activación por el estrés o el dolor, las endorfinas se liberan y al unirse con los receptores producen efectos de euforia, depresión respiratoria, reducción de la movilidad gastrointestinal y analgesia. Los receptores, sin embargo, también responden al contacto con los opiáceos, es decir, las drogas derivadas de la amapola del opio como es el caso del opio mismo, la morfina, la heroína y la codeína. La administración externa de morfina y heroína como calmantes del dolor para los heridos de guerra generó una dependencia absoluta por parte de los pacientes. Los efectos adictivos de los opiáceos llamaron la atención de los investigadores, pues antes de conocer la existencia de las endorfinas no era fácil explicar por qué una droga tenía un receptor en nuestro cerebro que, aparentemente, estaba diseñado para recibirla a la perfección. ¿Cómo ocurre la dependencia? Las drogas derivadas del opio comparten muchas similitudes bioquímicas con las endorfinas. Para diferenciar un grupo de otro, a las drogas se les llama opiáceos y a las endorfinas se les denomina opioides. Ahora sabemos que los receptores de las endorfinas aceptan la unión con los opiáceos dada su similitud molecular. Así, cuando los receptores en el cerebro obtienen la droga de manera externa disminuye la síntesis de endorfinas. Al aceptar las moléculas de las drogas, los receptores bloquean la posibilidad de unión con las endorfinas naturales. Las drogas actúan y generan, (cuando menos al principio) una sensación de bienestar. Por esto, el cerebro no acepta fácilmente que la droga se le retire. Se ha creado una dependencia en la que el organismo necesita las sensaciones de analgesia y euforia pero ya no puede producirlas en el propio cerebro; al menos, no en las cantidades en las que se le administraban los opiáceos.
Un importante estudio, además, afirma que al administrar algunas drogas un cierto número de veces no sólo se destruye la cerradura, sino que también se inhibe la fabricación natural de endorfinas.
El caso más patente es el de la heroína. Al consumirla, el heroinómano intenta producir desde fuera lo que su organismo debería hacer por dentro. Efectivamente, vive las primeras veces una sensación de euforia y relajamiento, pues debido a la droga se ha desconectado momentáneamente con aquello que le produce estrés. Pero esto ocurre únicamente con las primeras dosis, en las que está forzando "la cerradura". Lo terrible del caso (además de la intoxicación y los efectos secundarios que producen) es que la capacidad del cuerpo para segregar y detectar endorfinas va disminuyendo, con lo cual el drogadicto se encuentra cada vez más desprotegido contra el dolor y el estrés. A partir de cierto momento el individuo no usa la droga en busca de esa primera sensación de bienestar o felicidad, sino simplemente para no sufrir.
Este vídeo nos habla sobre las endorfinas y su actuación dentro de nuestro organismo muy brevemente, y asímismo ejemplificando con sus efectos respecto el cancer.
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