La testosterona no es la única culpable de la falta de deseo
sexual que algunos hombres muestran con la edad. Esta especie de 'menopausia
masculina' reduce su libido, incrementa la grasa corporal e incluso puede
provocar disfunciones sexuales. En la jerga médica, es lo que se conoce como
hipogonadismo, un trastorno que los expertos acusaban a la merma de
testosterona. Sin embargo, una investigación que acaba de publicar la revista
'The New England Journal of Medicine' arroja novedades. Al parecer, los
estrógenos también tienen voz en el desarrollo de esta enfermedad.
Aunque la principal hormona sexual del hombre es la
testosterona, "también tenemos una pequeña cantidad de estrógenos
circulando por el organismo (la testosterona se transforma en estrógenos por la
acción de una enzima denominada aromatasa)".
Un grupo de científicos liderado por Joel Finkelstein puso
en marcha un estudio con 198 hombres sanos entre 20 y 50 años. "Queríamos
comprobar a partir de qué niveles de testosterona empiezan a producirse los
síntomas que se atribuyen a la andropausia y si realmente se deben al déficit
de esta hormona, a los estrógenos o a ambas".
La andropausia es un fenómeno como la menopausia, con una
serie de síntomas ligados a la edad: el músculo pierde volumen y fuerza,
aumenta la grasa corporal, se cae el vello del cuerpo (no de la cabeza), pueden
aparecer estrías, osteoporosis, declina el deseo sexual y puede causar
disfunción eréctil.
De hecho, una pequeña porción de esta hormona se convierte
en estrógeno y por lo tanto, cuanto más alto sea el nivel de testosterona, más
se convierte en estrógeno. Y viceversa, cualquier disminución de testosterona
se traduce en menos cantidad de estrógeno.
Es por eso, que actualmente para determinar el trastorno
masculino dicho de la andropausia medimos primero los niveles de
testosterionna.
Para analizar la relevancia de ambas hormonas (testosterona
y estrógenos), Finkelstein y su equipo dividieron a los 198 participantes en
dos grupos. Primero, todos ellos fueron tratados con un medicamento que suprime
la producción normal de todas las hormonas reproductivas. Después, uno de los
grupos recibieron dosis diarias de un gel de testosterona (una de las formas de
administración de terapia sustitutiva de testosterona) durante 16 semanas. El
resto obtuvo las mismas dosis de esta hormona además de un inhibidor de
aromatasa, con el objetivo de suprimir la reconversión de testosterona en
estrógenos.
A todos los participantes se les realizó un análisis de
sangre y se registraron sus medidas (antes y después del experimento) de la
grasa corporal, el volumen y la fuerza muscular. También completaron un
cuestionario sobre su vitalidad, su el estado general de su salud y su deseo
sexual.
En el primer grupo, la acumulación de grasa se observa
cuando los niveles de testosterona empienzan a caer. La disminución de la masa
y la fuerza muscular no se aprecian hasta que la cantidad de esta hormona eran
significativamente bajos. En cuanto al deseo sexual, va disminuyendo
progresivamente con la reducción de testosterona y la disfunción eréctil no
ocurre hasta que los niveles son muy bajos.
En el segundo grupo, los resultados en cuanto a la grasa
corporal y el tono muscular no sufrieron variaciones, es decir, la supresión de
la síntesis de estrógenos no tuvo efecto significativo añadido al de la
reducción de testosterona. Sí lo tuvo en lo referente a la función sexual.
Cuando la síntesis de estrógenos se suprimía el deseo sexual se resentía
notablemente.
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